REDACCIÓN | Arturo Aguilar
Valle de Bravo, Méx.- Como desde hace 51 años, Reyna González entrelaza una a una, las hojas de las palmas para venderlas cómo un ramo.
Trabajo que aprendió desde niña, al ver cómo sus padres replicaban esta tradición católica.
«Yo desde muy niña, veía a mi mamá y a mi papá que cortaban palmas, y en esta temporada de Semana Santa, pues se hacían los tejidos de las palmas. A mi me gustó y seguí la tradición», platicó.
El proceso comienza un mes antes del Domingo de Ramos, cuando se va a recoger la palma al monte.
La palma es cortada con un cuchillo de manera delicada para evitar pincharse con las espinas que cubren a las hojas, posteriormente se guardan en una caja de cartón cubierta entre tela de algodón para evitar que se sequen.
Ocho días antes del Domingo de Ramos, se limpia y se dobla, para quitarle lo rígida y pueda tejerse.
«Hay distintas formas de hacer las palmitas, en petates, canastas, o como estos que yo les llamo chinitos», describió.
Después de hacer la base de la palma, se forman figuras como Cristos crucificados, vírgenes, flores, corazones, y demás artículos que la imaginación de los tejedores les permite.
Cunado la palma se encuentra tejida es acompañada con un ramo de laurel, dólar, romero, hinojo, manzanilla, o cualquier planta aromática.
Por último, se le coloca flor de estate, el cual dura a pesar de no estar en el agua, por lo que perdurará la palmita.
Los ramos que comercializa Reyna González van desde los 10 hasta los 50 pesos, dependiendo del tamaño y de la elaboración del trabajo.
Aunque la palma se corta verde, en cuestión de horas se seca, volviéndose de color amarillento preferido por los fieles creyentes.
Su venta la realizan el Domingo de Ramos en los templos de Valle de Bravo como en la parroquia de San Francisco de Asís, en la casa de Oración Carmel Maranathá, o en la capilla de Otumba.